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Revista Toldo Nº 6 2014

técnica 29 revistatoldo El futuro más lejano es difícil de prever. La envolvente del edificio puede llegar a ser una sofisticada interface que permita el control total de las radiaciones que llegan a ella. Las posibilidades del vidrio en ese sentido son inmensas. Veamos algunas de las líneas de investigación que se están desarrollando en estos momentos. En el interior del vidrio o en su superficie se pueden insertar diversos productos que cambien sus propiedades. Ya vimos el Louverre, la finísima persiana de orientación a la carta que se inserta dentro de un vidrio flotado. También se puede conseguir una selectividad angular a la radiación depositando en la superficie del vidrio una estructura metálica microscópica cuya orientación se fija magnéticamente. Estas mallas tan finas apenas obstaculizan la visión y sin embargo pueden ser un freno total a las radiaciones por encima de cierto ángulo. Entre el sin número de films que se pueden insertar entre vidrios son prometedores los holográficos difractivos (HSD). Son películas fotográficas de alta resolución que llevan impresas estructuras tridimensionales. Estas mallas producen la difracción de las radiaciones incidentes como un prisma óptico. Pueden separar las diferentes radiaciones y conducir algunas de ellas hacia puntos predeterminados. Las radiaciones visibles podrían atravesar la malla mientras las infrarrojas se reconducen a puntos opacos o a la localización de células fotovoltaicas para aumentar su rendimiento. Hoy se fabrican en piezas de 8x8 cm yuxtapuestas en hojas de film fotográfico de 1x2 m. Otro camino es el abierto por las capas que alteran sus propiedades con los cambios de temperatura. En las capas termotrópicas, formadas por una mezcla de polímeros, cuando la temperatura supera un nivel predeterminado, la transmisividad del vidrio para todo tipo de radiaciones se reduce rápidamente. En las termocrómicas es el color de una capa de óxidos metálicos el que se altera reduciendo la transmisividad para las ondas térmicas o la emisividad hacia el interior. Las capas electrocrómicas se basan en materiales, óxidos metálicos sobre todo, que actúan como un acumulador y cambian su color con el movimiento de sus iones. La aplicación del voltaje produce los colores más diversos según el óxido utilizado. Las propiedades de transmisividad visual y térmico pueden ser así controladas. El más amplio futuro lo abren las capas de cristal líquido cuyas moléculas se ordenan en función de los campos eléctricos creados. Estas capas a las que conocemos por los ordenadores portátiles tienen todavía problemas, y no solo económicos, para poder ser utilizadas en fachadas a gran escala pero la investigación es muy prometedora. Pero todas estas líneas tan prometedoras son todavía soluciones de laboratorio. Las posibilidades que los vidrios del mercado nos ofrecen no son completamente satisfactorias como ya hemos visto. Su papel como filtro, al no ser escamoteable perjudica la visión exterior y la captación invernal. Las líneas de desarrollo de vidrios y films con filtrado selectivo han llegado a sus límites físicos. La guerra entre el vidrio y la persiana como definidores de la imagen del edificio con grandes huecos se debe decantar hoy hacia esta última como garante razonable del control solar. Es posible que en pocos años la imagen mediterránea de las cajas de lamas se pueda sustituir por el brillo de las cortinillas metalizadas colocadas tras grandes vidrieras tersas. Los excesos de la reflexión que llega a modificar la luz o el color de algunos espacios urbanos y puede producir deslumbramientos en el exterior parecen los únicos peligros de esos edificios espejo, es posible que no tardemos muchos años en utilizar esos nuevos vidrios, filtros epidérmicos de laboratorio posibilitarán imágenes de una arquitectura tan inmaterializada como hoy apenas podemos imaginar.


Revista Toldo Nº 6 2014
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